viernes, 21 de diciembre de 2012

Como en el lejano oeste

Se han asaltado la mitad de las casetas de riego, han robado los motores de riego, tractores y maquinaria, ganado y por supuesto cosechas...

Una de las cosas más apreciadas por quienes vivimos en el medio rural, y también por los que lo visitan puntualmente, es la tranquilidad. La ausencia de ruidos exagerados, de agobios, de inseguridad, de atascos para circular, ha sido tradicionalmente uno de los “activos” del sector.
Hasta hace muy pocos años, la mitad de las casas de nuestros pueblos estaban durante el día entreabiertas, en verano sólo con la cortina, en muchas casas de campo se dormía,  incluso por la noche, con puertas y ventanas abiertas durante el  periodo estival para que “corriese el fresquito”.
Pero mucho han cambiado las cosas y para peor. Llevamos unos años en el medio rural donde la delincuencia campa por sus respetos, se han asaltado la mitad de las casetas de riego de la comunidad valenciana y de Castilla-La Mancha, se han tirado transformadores  eléctricos al suelo,  arrancado los cables de cobre y hasta los de aluminio, robado  los motores de riego, tractores y maquinaria, ganado y por supuesto cosechas, aceitunas, uvas, tomates, naranjas melones…etc.
Es verdad  que siempre, ha habido un pequeño porcentaje de riesgo de delincuencia en el medio rural, esto es cierto,  pero los niveles actuales han acabado con la tranquilidad en muchos pueblos y casas de campo, llegando los delincuentes, en algunos casos extremos hasta el asesinato, como ocurrió con un humilde pastor en la Mancha al que mataron  a palos porque  los delincuentes suponían,   que no quería entregar su paga cuando en realidad no la tenia.
No es descartable tampoco que algunos de los incendios provocados en las islas y en otros lugares de la península, tengan como origen la intención de atraer a las fuerzas y cuerpos de seguridad hacia unas zonas,  para a continuación en algún punto distinto proceder al robo, o al tráfico de sustancias ilegales, indicios de ello hay y así nos lo han sugerido desde distintos puntos de la geografía española.

Endurecer  las penas, si, pero con eso sólo  no se arregla el problema.

Lo más fácil para los políticos, es decir que se deben endurecer las penas, me parece bien, pero algunos caen en la trampa de creer que con un par de líneas más en el código penal este asunto se arregla, y eso es rotundamente falso.
Si los alcaldes no acaban de comprender que la policía municipal no está solo para proteger la joyería del pueblo, la sucursal de la caja (en la que por cierto ya no hay un duro) y poner multas de tráfico, no adelantaremos nada. Proteger los bienes y servicios y la seguridad de  los habitantes de un pueblo, es algo más amplio de lo que hasta ahora, en épocas de baja delincuencia,  se ha entendido.
Si la guardia civil no tiene medios,  ni siquiera para poner gasolina a los coches que  patrullan las zonas rurales,  si cualquier pequeño incidente,  como que un vehículo abolle la aleta de otro,  requiere la inmediata presencia de la guardia civil en la carretera comarcal y sirve para desviar la atención de otras actividades, no avanzaremos gran cosa en mejorar la seguridad.

Los seguros tampoco son la solución 

Asegurarse de contingencias es siempre conveniente, pero dadas las incidencias existentes ya hay compañías que cobran precios escandalosos por asegurar  destrozos o robos  de un pozo con su motor y transformador,  o un ganado de una vivienda, incluso directamente  dicen que no los aseguran.
Pasos atrás importantes se han dado pues en la seguridad y en la tranquilidad en el medio rural. Probablemente sólo se resolverán totalmente cuando seamos capaces de construir sociedades mas justas donde todo el mundo tenga empleo y una base mínima de supervivencia, y la delincuencia del robo “del menudeo”  del cable de cobre, del motor, de la moto sierra,  de los 20 corderos, sea más una anécdota en lugar de algo cotidiano.
Aunque los agricultores y ganaderos tomemos todas las medidas a nuestro alcance para prevenir y evitar  estos hechos, la solución no debe ser que nos convirtamos en vigilantes, policías o guardas y agrupados en patrullas buscar al delincuente.

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