domingo, 7 de febrero de 2016

La otra realidad de la agricultura francesa: se suicida un agricultor galo cada dos días

Las crisis de la agricultura francesa va mucho más allá e sus protestas y de los asaltos a los camiones españoles y han tomado un rumbo dramático: un agricultor se suicida cada dos días, víctima de la más profunda angustia íntima y social. Según las cifras oficiales del Instituto
 Nacional de Estadísticas Económicas (INEE) de se país, el suicidio se ha convertido en una tragedia histórica para los agricultores franceses: ellos son la categoría más afectada por la angustia devastadora que culmina con la muerte voluntaria. El suicidio de los agricultores franceses es un 20% superior al del resto de la población. Una tragedia que coincide con una agravación de la despoblación de los campos franceses. Oficialmente, hace diez años existían unas 617.000 explotaciones agrícolas. Hoy, solo 490.000, con una economía muy subvencionada. Según las cifras oficiales, el 84 % de las rentas de los agricultores franceses provienen de las subvenciones, estatal y/o europeas.
   Históricamente, Francia fue un país agrícola, católico y conservador, durante siglos. Durante varias décadas, la Política Agrícola Común (PAC) permitió una transformación productivista y "perversa" de ls agricultura francesa, según recoge Juan Pedro Quiñonero en abc.es. La crisis y metamorfosis de la PAC, durante la última década, la globalización y la aceleración de los nuevos modelos productivistas han acelerado la despoblación y los ataques de angustia social de los agricultores víctimas de tan históricos cambios.
   Desde hace semanas, los movimientos de cólera gremial se suceden en toda Francia que se han transformado en movimientos de protesta, cortando carreteras, provocando atascos, intentando llamar la atención de la crisis global de los sectores más diversos, aunque para ello, como siempre ocurre, se haya tenido que recurrir al asalto de camiones españoles, a lo que tradicionalmente culpan de todos sus males a pesar de que, en la mayoría de los casos, las cargas de fruta y hortalizas que destruyen no van al mercado galo sino a otro europeos.
   Stéphane Le Foll, ministro de Agricultura, anunció la semana pasada nuevas ayudas por un montante de unos 290 millones de euros. A juicio de los sindicatos agrícolas, esas ayudas, bien venidas, no resuelven ninguno de los problemas de fondo.

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